Animales

La increíble travesía de un cordobés para fotografiar a una de las aves más bellas del mundo

Guillermo Galliano realizó un dificultoso viaje hasta Nueva Guinea para conseguir una imagen propia del ave del Paraíso de Wilson. "Para cualquier amante de la naturaleza, y más de las aves, es como un mito", relató el fotógrafo emocionado.

Un fotógrafo cordobés recorrió más de medio planeta con el objetivo de tomar aunque sea una foto de una de las aves más bellas y enigmáticas del mundo. Se trata de Guillermo Galliano, un vecino de Sierras Chicas que terminó viajando hasta Nueva Guinea.

De acuerdo a lo que informó La Voz, Galliano se dedica hace años a la fotografía de aves y a la actividad como guía para avistajes de esa fauna por diferentes regiones de Córdoba y del país.

Además, el fotógrafo es autor de libros sobre su especialidad y fundador y director de la Fundación Mil Aves, dedicada a la divulgación en esa materia, pero también a la concientización ambiental para proteger a la naturaleza.

Guillermo regresó a Córdoba de un viaje increíble. Voló, en sucesivas etapas y escalas, hacia Nueva Guinea, una isla de Oceanía, en busca de un ave que, hasta donde se sabe, ningún argentino había fotografiado.

Se trata de una de las especies del ave del Paraíso: la de Wilson. Su nombre científico es Cicinnurus respublica. Hay muy escasos rincones selváticos del planeta donde puede ser observada.

«Para cualquier amante de la naturaleza, y más de las aves, la del Paraíso es como un mito. Está en documentales, como un tesoro extraño. Los amantes de la ornitología de todo el mundo la tenemos como un sueño que nos desvela. Sí, sonamos con poder verla alguna vez», describió Guillermo.

Y agregó: «En los 36 países que con mis cámaras he recorrido, incluida la Antártida, siempre me acompañó esa pasión por fotografiar aves. Y ahora me había propuesto llegar a esta especie, tan enigmática, tan singular, tan difícil de ser vista».

Tras relatar el largo viaje con sucesivas escalas que debió realizar por varios continentes, el hombre contó los tres objetivos que se había propuesto para esta aventura.

«Tres puntos quería visitar. Uno era Borneo, una isla compartida entre Malasia e Indonesia, donde quedan orangutanes. Otro, la isla de Komodo, para ver los famosos dragones de Komodo», detalló.

Y destacó: «El más importante para mí era el tercero, ya dejando Asia y rumbo a Oceanía. Llegar a la isla de Nueva Guinea fue toda una odisea».

Cabe señalar que no hay agencias de viaje en el lugar, los servicios turísticos son precarios y tierra adentro casi inexistentes. «Menos si se trata de la idea de buscar especies de fauna nativa en plena selva», contó.

El cordobés de Unquillo pudo contactar a alguien que lo contactó con otro alguien. Debió sumar vuelos cortos entre islotes, en pequeños aerodromos en medio de selvas. El último tramo fue en un ferry, por mar, a un islote al que no llega ni una avioneta y que se había fijado como objetivo final. Era ahí donde, según los datos detalladamente recolectados, tenía chances de ver al ave de Paraíso de Wilson.

«Es una de las 42 especies de ave del Paraíso. Todas son fantásticas. Pero la de Wilson estaría solo en este islote», apuntó. El hombre estuvo cinco días en ese punto.

«Una vez ahí, pude al fin contactar a una persona, de pueblos originarios, que contraté como guía. Solo no hubiera llegado jamás al lugar buscado. Durante horas hicimos un sendero muy dificultoso, por montañas y selvas frondosas. Llegamos a un punto, con una especie de precaria choza hecha de hojas de palmeras, que tenía una ventanita. Cuando me asomo, vi todo lo que había leído: en plena selva, había un pequeño espacio sin vegetación, con palos secos: era el sitio construido por el macho del ave de Wilson para atraer a la hembra», relató emocionado.

Y añadió: «Esta especie, entre tantas particularidades, construye una suerte de escenario en medio de la selva, para poder bailar allí y ser visto, entre la frondosa vegetación, por una hembra. Ese es su modo singular de cortejo. Es en ese cortejo que se puede ver más a pleno su plumaje impresionante y su extraña cola enrulada».

En ese plan de espera como espía, en un instante aparece el ave soñada en el escenario que dejaba ver la ventanita. «Había cruzado el planeta para verla y ahi estaba», remarcó.

«Entre la adrenalina, la tensión, el apuro, pude fotografiarlo», describió. Ese macho llegó, constató que ninguna hembra estaba cerca y voló al instante.

Pero una foto disparó Guillermo. «Las condiciones de oscuridad en plena selva complican mucho la toma de fotos», comentó. Y se quedó con ganas de más.

Al día siguiente repitieron el recorrido hasta la choza de avistaje. Y Wilson le dio una segunda oportunidad. «Ahí pude ver al macho que, sabiendo que una hembra estaba cerca, aunque nosotros no la veíamos, empezó su danza. Fue maravilloso», relató. Duró instantes, y volvió a volar.

Aunque la del Wilson esté lejos de figurar entre sus tomas mejor logradas técnicamente, nada le quitará la importancia del momento. «Uno de los más maravillosos de mi vida», concluyó el cordobés.

Fuente: La Voz.